¿El más grande emperador?

«Facebook y Amazon ya no operan como empresas oligopólicas, sino como feudos o fundos privados». Para él, «las plataformas digitales han reemplazado a los mercados como el lugar de la obtención de riqueza privada». El capitalismo ha evolucionado hacia espacios más que monopolizados. «Por primera vez en la historia -continua el académico-, casi todos producen gratuitamente el stock de capital de las grandes corporaciones». Existe toda una nueva relación capital trabajo, que incluso supera a la explotación capitalista perfecta: la esclavista. «Eso es lo que significa subir contenido a Facebook o desplazarse con una conexión a Google Maps».

La misiva de Chris Hughes, miembro fundador de Facebook, fechada en 2019, adquiere hoy vibrante relevancia. Su comunicación solicita a la función ejecutiva de su Estado, al gobierno de los Estados Unidos, el actuar para resquebrajar su antigua compañía de Internet. Sus palabras no deberían ser tratadas como un asunto banal entre el marasmo de acontecimientos acongojando a todo el mundo. Meta es ya una reconfiguración de la sociedad moderna, el «país» donde hoy se habita, la «nación» donde con los pares se interactúa y el «ágora» donde se debate. Y ese nuevo mundo creado tiene un rey absoluto en la persona de Mark Zuckerberg, situación sin parangón como fenómeno social mundial.

Y sería en el arte, a través de un filme, uno coqueteando a cada plano con la perfección: «The Social Network«, dirigido por David Fincher y escrito por Aaron Sorkin, el encargado de hacer sonar las sirenas, el primero en anunciar un futuro con tan aberrante concentración de poder. Es que es esta obra audiovisual posiblemente la película más celebrada de su realizador, con unas cualidades cinematográficas excelsas y admirables; y no obstante esto, lo más impresionante es haber anunciado la transformación de su personaje principal en una persona controversial y que hoy domina una porción descomunal del mundo.

The Social Network. Columbia Pictures

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¿Hay libertad en la sociedad moderna?

La sociedad neoliberal no ofrece a sus ciudadanos libertad, ofrece privilegios.

La libertad es el himno de batalla preferido por apologistas y extremistas del capitalismo neoliberal, bautizados estos últimos como «Libertarios». Su lucha política sólo tiene un horizonte y es el libre albedrío en todo su esplendor. Su máxima es la posibilidad de poder hacer con su vida tan solo aquello que sus deseos les comanden realizar. Y ahí, el enemigo acérrimo es el Estado, ese «Leviatán» dominando y oprimiendo los espíritus. El problema irresoluble de tal premisa es obvio: vivimos en sociedad por obligación y, de ahí que, la libertad individual sea una coartada por definición.

Ahora, y entrando en fuerte contradicción frente a sus mismos postulados, los deseos de lucha de los modernos batallantes por la libertad se esfuman por completo cuando las tensiones se desatan en el lugar de trabajo. Para ellos, cualquier forma de gobierno es una dictadura política; pero las imposiciones del capital, las difíciles condiciones sufridas por la gran mayoría de ciudadanos del mundo como empleados, en sus lugares de trabajo, donde más tiempo al día pasan, son desde ignoradas (en el mejor caso) hasta bienvenidas (en el más preocupante de ellos) incluso celebradas (en el más aterrador).

Foxconn. Monumento a la esclavitud moderna.
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