Diplomacia de la deuda: ¿el rincón más oscuro del capitalismo?

Pero en el rincón más oscuro del capitalismo las grietas son amplías y en ellas hay espacio para monstruos más perversos. La diplomacia de la trampa de la deuda ha salido ya a la luz; pero recondita en las tinieblas sigue acechando “la diplomacia de la trampa de la quiebra”.

Durante un tiempo, el par de palabras “The Corporation” fueron de la más tecleadas en el buscador de Google. Los internautas marcándolas esperaban hallar el famoso documental de Mark Achbar, Joel Bakan y Jennifer Abbott, un filme indagando en la profundidad del impacto causado por los más grandes conglomerados mundiales. La obra, una merecedora de su fama y prestigio, es una recomendación garantizada. Pero es necesario rescatar un momento poderoso del metraje, uno poco citado y celebrado por sus más fervientes entusiastas.

Carleton Brown, presentado en el filme como corredor de materias primas, permite vislumbrar en una breve frase la simpleza en la esencia del capitalismo moderno al desnudar con sus palabras el real objetivo de este: el afán de lucro. Acorde al Broker, el impacto al divisar el par de aviones derrumbando las torres gemelas (un crimen descrito como el más “horroroso jamás visto”), produjo en él una urgente preocupación: el mercado. “Dios mío -se inquiría Brown en ese momento-, ¿a cuánto habrá subido el oro?”. Ninguna preocupación le produjo la desgracia atosigando a sus conciudadanos, compatriotas y colegas; pues, al ver las construcciones en llamas una inmensa calma lo invadía al saber que “todos sus clientes” habían adquirido posiciones en el metal precioso.

Poster Oficial «The Corporation»
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¿Qué se esconde tras la Guerra en Ucrania?

El ataque ruso a Ucrania tiene, como objetivo oculto, podría apostarse, el desterrar toda presencia del Complejo Militar Industrial de Estados Unidos en la zona con mayor proyección económica en la actualidad: la región de Eurasia, una a ser dominada por sus países, con Rusia y China como principales líderes.

Las pesadillas reaparecieron. Un convoy militar surcaba la frontera de un vecino indefenso en Europa, forzando a sus nacionales a contener el aliento al germinar con el acto la posibilidad de revivir su más grande temor: una tercera guerra continental al interior de sus confines. Mientras los hombres bajo el mando de Vladimir Putin marchaban con pasos de indetenible gigante, conquistando el control de una Ucrania incapaz de frenar la andanada del más grande de los pueblos eslavos, los recuerdos del mundo desencadenado por Hitler se proyectaban como un previsible horizonte de la humanidad.

“En la guerra de Ucrania no hay justificaciones, pero sí hay causas”, frase impactante plasmada en un titular de La Vanguardia con la que se invita a leer una profunda entrevista con Lanxin Xiang, experto en relaciones internacionales y en China. A esas causas hizo sutil referencia Maria Zakharova, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, al prometer que “este no es el comienzo de una guerra, estamos tratando de prevenir acontecimientos que podrían convertirse en una guerra global. Este es el final de la guerra”. George Kennan, ideólogo de cabecera de la Guerra Fría, advertía de todo esto en la década de los noventa: “La expansión de la OTAN es el comienzo de una nueva guerra fría. Es un trágico error. No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie amenazaba a nadie.»

Vladimir Putin
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¿Ya no es Juan Guaidó el presidente de Venezuela?

El gobierno colombiano siempre ha fantaseado al exagerar la importancia de su real relación con los Estados Unidos, mientras mantiene una importante relación real con el fantasioso presidente de Venezuela. Cuando el verdadero mandatario venezolano pida la cabeza del uribismo a cambio de su petróleo, sabrán que vivir en un mundo de sueños contrae dolorosos despertares.

«Como es de todos conocido, Colombia, junto con varios países de América Latina y el resto del mundo, no reconoce y, por ende, no tiene relaciones diplomáticas con el régimen dictatorial de Nicolás Maduro«. Con tal frase el gobierno de ese país trataba de justificar una controversial solicitud a ser presentada. “Un juez competente solicitará la extradición de la ex congresista Aida Merlano -se continuaba explicando desde las instancias oficiales- ante el legítimo Gobierno de Venezuela, en cabeza de Juan Guaidó». El indicio de ser una movida maquiavélica destinada al fracaso no pasó desapercibida, habido el nulo deseo del gobierno de Colombia por ver aterrizar sobre su territorio a Merlano, puesto que con el retorno a su país como prófuga de la justicia arrimaba también su confesión sobre su participación en el tejemaneje de corrupción enredando a un gran aliado del partido gobernante. Aun así, la ridiculez de la puesta en escena fue inolvidable.

En fecha tan cercana como el 5 de enero del año en curso titulaba Infobae: “Estados Unidos respaldó la ratificación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela”. La lógica indicaría que, en idéntica actitud a la del gobierno colombiano, al momento de necesitar un incremento en la producción petrolera del país caribeño la delegación de alto nivel del presidente Joseph Biden le extendería tal solicitud al gobernante por ellos reconocido. Pero la geopolítica y, mucho más, la geoeconomía, es un abundante manantial de hipocresía, traiciones y apostasías. Ya es conocido el encuentro de alto nivel entre los delegados del gobierno Demócrata de los Estados Unidos y los representantes del presidente venezolano Nicolás Maduro, siendo que, para no pocos, no haya pasado desapercibido tremenda transformación política, toda una revolución, ocurrida en el país sudamericano en el transcurso de las pocas horas habidas entre el anochecer y el amanecer. Producto de tal encuentro, el mundo entero se fue a dormir convencido de la existencia de una dictadura dominando un régimen despótico en Venezuela al mando de Nicolás Maduro, para al despertar encontrarse con titulares resaltando una democracia al mando del presidente de Venezuela, con cabeza en… el mismo Nicolás Maduro.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, participa en una reunión con miembros del Foro de Sao Paulo en Caracas. REUTERS/Manaure Quintero/
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