Tesla y Elon Musk son más que admirados globalmente. Las esperanzas en ellos puestas son de muy amplío rango e incluyen sentimientos más allá de los comerciales: transformar el capitalismo, salvar el planeta, habitar otros mundos. Y, sin embargo, existe la posibilidad de que el señor Musk no sea nada diferente al último gran estafador del planeta. Otro avivado entendiendo a cabalidad cómo funciona el capitalismo moderno, especulativo y financiero, poblado de inversores en la gran mayoría de veces, insulsos. Es, de entrada, una descripción injusta y con poco sustento, pero una que parece debe hacerse: no aprender de la historia y de los errores del pasado es, y parecer ser será, el gran error del ser humano.
Titula la BBC de Londres con enorme precisión: «De Uber a Tesla, las empresas que valen miles de millones de dólares y registran pérdidas astronómicas». La fecha de la publicación es de octubre de 2019. A principios de 2021, momento de escritura de este texto, nada ha cambiado en la compañía del sudafricano. Y el contexto no es favorable: «una encuesta realizada por el profesor de la Universidad de Florida, Jay Ritter -comenta el portal inglés-, arrojó que el 81% de las 134 ofertas públicas de acciones de empresas en Estados Unidos en 2018, fue de firmas que registraron pérdidas en los 12 meses anteriores a su debut bursátil». La comparación histórica crea una promesa aterradora: «Revisando la historia reciente, algo parecido ocurrió a principios de la década de 2000, época en que estalló la llamada burbuja puntocom, cuando las firmas tecnológicas se fueron al traste».

La proliferación de ese tipo de organizaciones económicas en los Estados Unidos ha dado inicio a un nuevo fenómeno: las compañías zombie. Se califica en forma despectiva así a aquellas corporaciones sin la capacidad de pagar sus nóminas e intereses, acudiendo a las históricamente bajas tasas de interés para sufragar sus obligaciones. El artificial costo del dinero se presenta gracias a la impresión masiva de billetes en los Estados Unidos, durante la última década. Sabias palabras las del profesor Richard Wolff, quien airoso explica que en su país «todo es estatal ahora». Por supuesto, Telsa es una zombie, siendo su elemento diferenciador de toda la organización que su CEO de lento y torpe no tiene nada.
En 2019 Musk hizo una aparición en el programa de Joe Rogan, tal vez el entrevistador con más alcance en el actual momento en los Estados Unidos. La charla, reproducida decenas de millones de veces en Internet, escribió titulares a nivel planetario y se hizo mundialmente famosa por fumar un poco de marihuana, ahí, en el estudio, en vivo, tanto el empresario como su anfitrión. Al poco tiempo estaba invirtiendo el magnate en compañías de cannabis, pues al parecer su acto de rebeldía en el show produjo algunos interesantes incrementos en el sector. No da miedo especular que aprendió el Director Ejecutivo una importante lección de negocios, al darse cuenta él que su nombre mueve los mercados.

Con el conocimiento adquirido por la experiencia, a principios de 2021 Musk retornó a los mercados durante la operación de Gamestop. Un famoso tuit suyo, en medio de la escalada de precios de la empresa de videojuegos que hizo historia en medios alrededor del mundo, infló aún más la burbuja especulativa y la valorización del papel, del que era poseedor en una gran cantidad. Seguramente, sin la interrupción tramposa de Robinhood congelando la compra del activo y, por ende, haciendo retroceder el precio de forma artificial, Musk hubiera cerrado con ganancias escandalosas toda la operación.
Pero la vida da revanchas. Su siguiente estratagema habría de ejecutarse en el siempre controversial Bitcoin. Acorde a Nouriel Roubini, su participación no es más que una enorme manipulación del mercado. Su argumento es que «primero tomó una posición individual sobre bitcoin, disparó su precio, y luego anunció la inversión de Tesla», según cuenta Patricia Serrano en El Economista.es. Mucha razón tiene el académico. Al Tesla anunciar el aceptar la criptomoneda como medio de pago, está entregando al activo una de sus más urgentes necesidades: su uso como medio de cambio. Bitcoin hoy tiene un precio relacionado al dólar, pues como tal, la criptomoneda para nada sirve. Un mercado, unos servicios públicos, una cena romántica, nada con ella se puede adquirir. Pero al Tesla aceptarla como medio de intercambio para sus bienes, le otorga ese uso y, además, puede impulsar a otros a hacer lo mismo.

«La reciente compra de Bitcoin por parte de Tesla demuestra que -explica el profesor Willem H. Buiter en su columna de Project Syndicate- un comprador adicional importante que ingrese al mercado puede impulsar el precio de la criptomoneda de manera significativa». Musk lo sabía y así actuó. En general, hasta ahora todos están felices. Más sin embargo el peligro acecha en el horizonte. Buiter lo explica con exactitud: «Pero la salida de un solo jugador importante probablemente tenga un impacto similar en la dirección contraria». Una retirada de Musk, pero sobre todo de Tesla, podría hacer caer el precio del activo a niveles astronómicos, al transformarla de nuevo en un mero activo especulativo. Y, como Gamestop enseñó a todos, una caída estrepitosa en el precio de un activo puede contraer también enorme ganancias.
Elon Musk y Tesla van a estar muy tentados a apostar en corto en Bitcoin. En breve: se pueden hacer multimillonarios cuando el precio del Bitcoin caiga. La razón: Tesla requiere capital para seguir asumiendo sus pérdidas y en la criptomoneda está su fuente de dinero más veloz. Es imposible que ella siga creciendo sin detenerse. Una nueva corrección debe presentarse. 50.000 USD por un activo cuyo único uso es comprar más de sí mismo y productos de Tesla no es lógico, es ficticio, es una burbuja. Y, con esas características, una futura caída de la que Musk sabe ya cómo lucrarse parece será una inminente.

Por supuesto, muchos amantes del Bitcoin como Max Keiser y Stacey Keiser ven un futuro sin bancos centrales ni monedas FIAT (dólar, euro, pesos), además de con el blockchain y el Bitcoin funcionando como su reemplazo. Su apuesta en la tecnología y la nueva moneda está en derrocar el imperio de los bancos centrales y la fundación de ese nuevo mundo. Pero la masa mayoritaria de compradores de la criptomoneda tienen intereses más banales y cortoplacistas. Muchos de ellos, en una bella ironía de la historia, está ahí apostando con el único objetivo de poder comprar con sus inversiones en Bitcoin más monedas FIAT en un futuro muy cercano. Si Tesla sale, y el precio se comienza a hundir, muchos de ellos abandonarán el barco tan pronto como puedan.
Pero la real tragedia es que en eso es en lo que la ideología neoliberal ha convertido nuestro sistema económico: en un juego especulativo, un casino. La obsesión por el cierre trimestral, por la valorización de las acciones en bolsa, por los impactos mediáticos en el mercado, transformaron al capitalismo moderno en uno que producía bienes y servicios (industrial) en uno que compra y vende papeles representando valores inútiles (financiero). Tesla, la empresa que acabaría el cambio climático con sus baterías eléctricas para el hogar y para los autos, que llevaría a la humanidad a marte, ha transformado a su CEO en nada distinto a un apostador degenerado del mercado bursátil.

Es posible todo este análisis esté errado y no sea nada distinto a una especulación, pero dónde más que en este tema para hacer una.
Pero la real tragedia es que en eso es en lo que la ideología neoliberal ha convertido nuestro sistema económico: en un juego especulativo, un casino.
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