¿Qué le otorga valor al dinero?

Como la Luna, enfriada desde hace tiempo, puede alumbrar únicamente porque recibe la luz de la bola de fuego solar, así el dinero en papel sólo tiene valor porque a las mercancías se lo concede el carácter social del trabajo. El valor reflejado de trabajo es el que convierte el papel en dinero, como la luz solar reflejada es la que hace alumbrar la Luna. El valor aparente del papel es realmente el valor de las mercancías, lo mismo que la luz aparente de la Luna es realmente la luz solar.

Rudolf Hilferding. El capital financiero.

Javier Milei, quien se enfrenta a una economía peor de la que recibió como primer mandatario de los argentinos, ha puesto el tópico del valor del dinero en el debate público global. El emblemático líder del anarcocapitalismo, más exactamente del minarquismo, ha convertido a millones de jóvenes en fervientes creyentes de la teoría cuantitativa del dinero, base del monetarismo internacional que se apoderó de la ciencia económica desde la restauración conservadora de los años setenta, un ideario perfectamente resumido en una frase de Milton Friedman: “la inflación es pura y exclusivamente un fenómeno monetario”.

Milei, hijo predilecto de esta escuela (escuela austriaca de economía) ofrecía en campaña una solución real y efectiva al gravísimo problema de inestabilidad de precios sufrido por sus connacionales, convenciendo a su electorado que su sapiencia le entregaba el entendimiento del porqué de la escalada incontrolable de precios y como, corolario de su correcto diagnóstico, habría él de ejecutar las medidas precisas para contrarrestar las constantes alzas en todos los sectores de la economía. Palabras todas ellas que se perdieron como gotas en la lluvia frente a la crítica realidad actual: Argentina hoy enfrenta la tasa inflacionaria más alta de los últimos años.

Javier Milei. Presidente de la República de Argentina.

El presidente austral defiende la teoría cuantitativa del dinero. Para los seguidores de tal hipótesis, si se aumenta la masa monetaria se aumentan los precios de la economía; ergo, si se reduce la cantidad de dinero disponible en la economía, se reducen los costos en el mercado. El factor determinante, queda claro, es la cantidad de moneda disponible, la que para esa escuela de pensamiento se debe analizar como una mercancía, un bien o servicio idéntico a otro, cuyo impacto en el nivel general de precios se determina por su cantidad existente. La extrapolación es un error garrafal.

Aplicar la ley de oferta y demanda al dinero es un sin sentido. Primero, porque esta no es ajustable a todos los productos de la economía. Si bien es cierto que un aumento de los precios en ciertos bienes y servicios disminuye su demanda y, viceversa, es igual de cierto que muchas otras mercancías no responden de idéntica manera. Lo primero entonces es definir si el dinero es un producto, ¿qué tipo de este es?, y, además, si les es aplicable esta la ley natural de oferta y demanda o alguna de sus variaciones.

Representación gráfica de la inflación.

Los bienes con demanda inelástica son aquellos que frente a un incremento o disminución de precios ven su demanda casi inalterada. Ejemplos clásicos de este tipo son los medicamentos: si sus precios aumentan, los pacientes requiriéndolos igual los adquirirán; y, por otro lado, si sus precios bajan, ni los pacientes agrandarán su consumo ni aquellos no necesitándolos irán a comprarlos, no alterarando la cantidad demandada. Para los intereses de este apartado es mucho más relevante citar a los bienes Giffen, entendidos como aquellos que responden de forma directamente proporcional a las variaciones de precios, presentándose un fenómeno en el que, si aumenta su precio, aumenta su demanda; y, también viceversa. Las acciones empresariales, las criptomonedas y las obras de arte son los ejemplos más categóricos de este tipo de mercancías.

El dinero puede comportarse inelásticamente (si su precio, la tasa de interés, sube considerablemente, pero una empresa necesita un crédito para pagar los impuestos, igual lo va a solicitar), también puede actuar como un bien Giffen (una divisa que se valoriza se hace atractiva y aumenta su demanda) y, también, se le puede aplicar la ley natural de oferta y demanda (en procesos hiperinflacionarios una mayor cantidad de masa monetaria se hace indeseable). El dinero, como es obvio para cualquiera, es una mercancía parecida a ninguna y su estudio requiere de un análisis mucho menos mediocre que el ofrecido por los libertarios, anarcopitalistas, monetaristas

Javier Milei en un acto de campaña

El comportamiento atípico se presenta porque el dinero, como explica el economista Rudolf Hilferding, es la mercancía equivalente a todas las otras mercancías. Es, por definición, un bien y servicio único dentro de todos los existentes en la economía, pues más que producir valor (como lo haría un bien industrial o un servicio) el valor del dinero es que tiene la capacidad de medir el valor de todas las otras mercancías. Gracias a su capacidad única, el dinero permite materializar la finalidad última de la producción en una sociedad: el intercambio. Frente a tal realidad, ha sido un error constante otorgarle a la moneda un valor intrínseco, cuando debe ser su funcionalidad aquella que la valoriza. Incluso, en su tarea de resguardar valor, lo único que está protegiendo el dinero es la posibilidad de materializar intercambios a futuro.

Para entender la concepción del dinero de Milei, al que considera un simple bien dentro de la economía, se debe entender la teoría de valor por sus compañeros defendida: el marginalismo. En su concepción clásica, aquella postulada por William Jevons, Carl Menger, León Walras, este pensamiento promovía que en la economía lo importante es la utilidad marginal decreciente, concepto que explica que el valor de un bien para su poseedor lo determina la utilidad de la última unidad producida, decreciendo mientras más unidades de este posea o consuma. Así, como explica Mariana Mazzucato, la primera hamburguesa digerida traerá mucha satisfacción al consumidor; pero, a medida que va digeriendo más de estas, la satisfacción decrece hasta llegar a hastiarse.

Profesora Mariana Mazzucato

Tal principio, aplicado al dinero, no se ajusta. ¿Si un trabajador se gana un millón de salario y recibe por comisiones otro millón ese mes, la utilidad de ese otro millón es decreciente? Nunca. Recibir más capital monetario no decrece su utilidad para el poseedor. Por el contrario, en general, las personas desean acumular cantidades irracionales en sus cuentas bancarias, por lo que teorizar que recibir más dinero generará un valor decreciente para las personas es insostenible. Esa realidad destruye todo sustento de la teoría cuantitativa, y, sin embargo, no quiere debe decirse con esto que pueda crearse moneda de la nada de manera irresponsable sin esperar consecuencias macroeconómicas nefastas.

Si el dinero es aquel que posibilita el intercambio, la pregunta a resolver es cuánto de él debe existir en la economía. Para Hilferding, la cantidad de medios de circulación debe estar representada por la suma de los precios de las mercancías con sus oscilaciones por la velocidad de los intercambios. Tan es así que, explica el economista, cuando en la Austria de 1859 se emitió más papel del requerido por la economía, se presentó una devaluación monetaria o, en otras palabras, una inflación. Pertinente resaltar lo explicado por el economista y admitir que, en tal escenario, la teoría cuantitativa del dinero sí se hace realidad.

Rudolf Hilferding

El error, por supuesto, es hacer de su aplicabilidad una para todo momento y circunstancia. En palabras más exactas, aunque es verídico que en algunas impresiones de dinero se producen inflaciones, no toda impresión de dinero contrae efectos alcistas de precios; y, en esto último, radica la gran crítica al pensamiento de Milei y toda su escuela económica. Como prueba irrefutable de lo explicado, basta con recordar cómo en Estados Unidos, en respuesta a la crisis financiera desatada en 2007 por la estafa de las hipotecas subprime, se efectuó una de las emisiones monetarias más grandes de la historia a través de deuda (igual, un incremento de la masa monetaria) conocida como flexibilización cuantitativa, que no tuvo ningún impacto en el nivel de precios.

Lo acá estipulado permite descifrar una poderosa realidad: la verdadera fuente de valor del dinero es, como diría Richard Nixon, la fortaleza del aparato productivo de la economía que lo emite. No tanto su Estado, menos aún la cantidad de él habida, sino la capacidad de producción de sus personas naturales y jurídicas. En complemento del ejemplo anterior hay que recordar que, cuando en 2020 Estados Unidos hizo su impresión de dinero más ambiciosa, en respuesta a la pandemia causada por el Covid-19, se desató, esa vez sí, una galopante inflación. Por supuesto, la diferencia entre ambos sucesos, el de 2008 y el del 2020, se debe a la paralización del aparato productivo presentado en el segundo.

Richard Nixon

El que sea el tamaño de la economía y la fortaleza del aparato productivo (el creador de bienes y servicios que representa esa moneda) la fuente real de valor de la moneda fiduciaria, quiere decir que esta puede instrumentalizarse para hacer crecer el empresariado nacional. Desde esa perspectiva, la impresión de moneda para financiar emprendimientos nacionales que incremente, actualice, mejore los bienes y servicios ofrecidos en la economía sería una emisión sin generación de inflación en cuanto mantendría el equilibrio entre la masa monetaria y el valor de las mercancías. Tal idea es la base de la “Teoría del Estado Inversionista”, desarrollada en este espacio.

Si ese es el postulado de los libertarios, es lógico preguntarse por qué Javier Milei, como presidente de los argentinos, a través de dos medidas: un préstamo masivo con su banco central y una impresión de billetes con mayores denominaciones, se atrevió a incrementar la masa monetaria de su país en una coyuntura como la actual. Y es porque la aplicación real de la teoría cuantitativa del dinero es una imposibilidad, en cuanto obliga a que todo el aparato productivo se ajuste a la cantidad de dinero, cuando la realidad es contraria: la cantidad de dinero es la que se adecua a las necesidades de la producción. La crisis por el cierre bancario de Irlanda en los años setenta, la crisis financiera de 1907 en Estados Unidos, el corralito argentino de 2001, todos fueron sucesos que demostraron que, cuando la demanda de dinero no puede ser satisfecha desde el Estado, los ciudadanos inventan su propia forma de moneda.

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