¿Por qué hay políticos que aman la guerra?

Le urge a Estados Unidos encontrar una nueva misión para sus fuerzas militares. Las razones para ello son complejas y complicadas, pero las muestras son contundentes e incontestables. En el fondo, es la misma y vieja historia de siempre: el negocio. Sea amenazando a Venezuela, moviendo la naval hasta el Mar de China o manteniendo incomprensiblemente sus tropas en Medio Oriente, el triunfador de la Guerra Fría alimenta un monstruo insaciable cuya representación más gráfica es una figura geométrica, y cuyo nombre más reconocido es el «complejo militar industrial».

Fue Sean McFate, en su libro The Modern Mercenary: Private Armies and What They Mean for World Order, publicado por la Universidad de Oxford, de los primeros valientes en constatar que, las guerras en el mundo son perpetradas por compañías listadas en la Bolsa de Valores de Nueva York, haciendo de la aparición de un conflicto un juego especulativo de sus valores y una poderosa fuente de ingresos, abriendo todo un nuevo campo de análisis a cómo se planean y ejecutan los golpes militares. De haberse perpetrado la invasión a Venezuela, por recrear un escenario hipotético, por parte del gobierno Trump, desatando una guerra por todo Sudamérica, un ávido deseo por las acciones de las empresas contratistas militares se habría despertado, enriqueciendo en un santiamén a un puñado de poderosos empresarios. Evidente; pero es de aclarar que, el simple anuncio, genera similares reacciones en los mercados. La expresión «juegos de guerra» nunca fue tan exacta.

Sean McFate
Sean McFate
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