¿Qué le otorga valor al dinero?

Como la Luna, enfriada desde hace tiempo, puede alumbrar únicamente porque recibe la luz de la bola de fuego solar, así el dinero en papel sólo tiene valor porque a las mercancías se lo concede el carácter social del trabajo. El valor reflejado de trabajo es el que convierte el papel en dinero, como la luz solar reflejada es la que hace alumbrar la Luna. El valor aparente del papel es realmente el valor de las mercancías, lo mismo que la luz aparente de la Luna es realmente la luz solar.

Rudolf Hilferding. El capital financiero.

Javier Milei, quien se enfrenta a una economía peor de la que recibió como primer mandatario de los argentinos, ha puesto el tópico del valor del dinero en el debate público global. El emblemático líder del anarcocapitalismo, más exactamente del minarquismo, ha convertido a millones de jóvenes en fervientes creyentes de la teoría cuantitativa del dinero, base del monetarismo internacional que se apoderó de la ciencia económica desde la restauración conservadora de los años setenta, un ideario perfectamente resumido en una frase de Milton Friedman: “la inflación es pura y exclusivamente un fenómeno monetario”.

Milei, hijo predilecto de esta escuela (escuela austriaca de economía) ofrecía en campaña una solución real y efectiva al gravísimo problema de inestabilidad de precios sufrido por sus connacionales, convenciendo a su electorado que su sapiencia le entregaba el entendimiento del porqué de la escalada incontrolable de precios y como, corolario de su correcto diagnóstico, habría él de ejecutar las medidas precisas para contrarrestar las constantes alzas en todos los sectores de la economía. Palabras todas ellas que se perdieron como gotas en la lluvia frente a la crítica realidad actual: Argentina hoy enfrenta la tasa inflacionaria más alta de los últimos años.

Javier Milei. Presidente de la República de Argentina.
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¿La hora del Estado Inversionista?

PROLOGO.

Verbal, el personaje interpretado por el ahora detestado Kevin Spacey en The Usual Suspects, se muestra agónico frente al interrogatorio al que se ve asediado por parte del oficial de policía Dave Kujan, llevado éste del papel a la pantalla por Chazz Palminteri. En medio del extenso e intenso intercambio oral, proclama aquel una de las líneas de dialogo más queridas por los cinéfilos: “el truco más grande que el diablo realizó fue convencer al mundo de que no existía”.

La vida moderna y su sociedad actual es una a calificarse sin miedo a equivocarse como neoliberal. Y a pesar de que todas las áreas de desenvolvimiento personal, social, empresarial o cultural están definidas por ese ideario, es él uno ignorado por la mayoría de los ciudadanos. Un futbolista que desconozca la FIFA, un cineasta sin conocimiento sobre Hollywood, un banquero indocto sobre Wall Street, son comparaciones válidas para dar a entender el impresionante hecho de que casi todos los ciudadanos ignoren el neoliberalismo, siendo el sistema político, económico y filosófico que determina el destino del planeta.

Instauración del neoliberalismo: el golpe de Estado en Chile.
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¿El tiempo del sindicalismo?

“La acumulación de riqueza en un polo es, por lo tanto, al mismo tiempo acumulación de miseria, agonía del trabajo, esclavitud, ignorancia, brutalidad, degradación mental, en el polo opuesto, es decir, del lado de la clase que produce su producto en forma de capital”.

Karl Marx

Las sociedades se resisten siempre a los cambios, incluso de ser necesarios. Son siempre unos actores, en particulares condiciones, los capacitados para inducir las trasformaciones precisadas para avanzar. Ha sido la historia de la evolución humana una constante apuesta entre los beneficios prometidos por adquirir nuevos modelos de desarrollo o permanecer impasible por miedo a perder lo consagrado.

La sabiduría humana se resguarda en la historia y su estudio ofrece perspectivas más aclaradoras. En la década de los setenta del siglo pasado el sector corporativo internacional hallaba en las restricciones de la posguerra unas cadenas aprisionando su afán de lucro. Dos elementos limitaban sus deseos expansionistas: el patrón oro-dólar y la industrialización en Asia y América Latina. La banca, siempre inquieta con el dinero, encontraba en la restricción monetaria una muralla impidiendo su paso a desaforadas apuestas, pues al atar el dólar a la cantidad de oro disponible se confinaba la impresión privada a través de los depósitos. Para el sector real, su razón para la preocupación era la indetenible caída de la tasa de rentabilidad, acorde a lo enseñado por Michael Roberts. Y, en un mercado mundial de un único productor, los Estados Unidos, la posición natural de monopolista era envidiable; pero, con Europa recuperándose de los rezagos de las Guerras Mundiales y Asía avanzando con sus políticas de la industria naciente, la teoría económica habría de hacerse realidad: la competencia empequeñeció aún más los beneficios.

Michael Roberts
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Cigarrillos, cocaína y… ¿comida?

Los banqueros actuaron codiciosamente porque tenían incentivos y oportunidades para hacerlo, y eso es lo que hay que cambiar. Además, la base del capitalismo es la búsqueda del beneficio: ¿tenemos que reprochar a los banqueros que hagan (puede que un poco mejor) lo que se supone que hace todo el mundo en la economía de mercado?

Joseph Stiglitz. «Caída libre».

El filme «The Insider«, de Michael Mann, representa el icónico reportaje emitido en el programa noticioso «60 Minutes» de la CBS la noche en que el reportero Mike Wallace conversó con Jeffrey Wigand, un antiguo y alto ejecutivo de la extinta tabacalera Brown & Williamson. El diálogo televisivo entre ambos versó sobre una revelación aterradora: el verdadero producto detrás de la operación de su antiguo empleador. Los cigarrillos son «un dispositivo para suministrar nicotina», un producto altamente adictivo, según aseguró el bioquímico al periodista. Y así, una vez más, se repite una de las prácticas más regulares del sistema económico dominante: tomar una tradición ancestral (el fumar lo es acorde al relato histórico plasmado por Ian Gately en «La diva nicotina») y degradarla a un corrupto entramado diseñado para explotar hasta la defunción a unos hermanos convertido en meros clientes engañados.

¿Qué hace pensar, a cualquiera, que, estructurada bajo el mantra del capitalismo, la industria alimentaria no se ha erigido bajo exactamente los mismos parámetros? Todo se basa en engañar a sus clientes para vender mucho más. No hay motivo real para actuar con semejante inocencia por parte de una sociedad sobrepesada. Y, entre los actores del sector, ninguno más dañino, mezquino, corrupto y maléfico que la industria ganadera. El problema real es que, al querer denunciarla para desmantelar tan infernal estructura pareciera que, al igual que sucede con Rafa Gorgori en «The Simpsons«, la mayoría de los ciudadanos son orgullos egresados de la «Universidad Bovina».

Michael Mann, Russell Crowe y Al Pacino en «The Insider».
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Deuda argentina, ¿una gesta independentista?

Paul Singer es introducido al lector de la Wikipedia como empresario, inversionista, administrador de fondos de cobertura y filántropo. No deja de ser esa una descripción correcta, si se concede el que a Adolf Hitler se le describa como líder político, gobernante de Alemania y amante de los animales. Reales cada una de ellas, sí, por supuesto; pero al conocedor no se le escapa la flagrante omisión de lo más relevante. Porque es que tanto como Hitler, Singer ha encontrado en la degradación máxima de su profesión el éxito de su carrera.

Como mandamás de Elliott Investment Management, Singer se sentó en el trono del rey de los fondos buitres. Desde ahí se enriqueció hasta niveles astronómicos, a la par de ir esparciendo por el mundo miseria, desolación y muerte. Una acusación para nada exagerada. Pero todo reino encuentra un pueblo digno e insumiso que, por un instante, frustra los planes de expansión reales. Y sería un país austral, bajo el mando de una ferrea lideresa y su más capaz aliado, quien se rebelase ante su majestad financiera, frenando, mientras se le otorgó a ella el poder, los deseos de invasión colonial de la corona. Acá la historia de la épica batalla entre la República de Argentina y los fondos buitres, una lucha a muerte en la que se definía la existencia misma del país sudamericano.

Paul Singer de Elliot Investment Management
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Jair Bolsonaro, ¿un producto a la Hollywood?

Para aquel ajeno a la realidad del Brasil, es por poco imposible comprender por qué Jair Bolsonaro, un extremista de derecha favorable a la instalación de una dictadura, conquistó la presidencia de ese país. Pero hubiera sido relativamente fácil, para cualquiera que haya visitado o habitado las tierras del pentacampeón del fútbol mundial días antes de las elecciones, prever el triunfo del fascista hoy a cargo de la sexta economía del planeta. La ubicación geográfica correcta también permitiría entender el triunfo de Hitler en Alemania, de Trump en Estados Unidos, de Uribe en Colombia, de Salvini en Italia…

En «Die Welle», la obra de cine alemán de Dennis Gansel y que impactó al mundo en 2008, se recrea el ejercicio por el profesor Ron Jones efectuado, en 1967, en la escuela Cubberley High School in Palo Alto, California, con el que demostró que una dictadura al estilo Nazi podría reimplantarse sin encontrarse con muchos obstáculos, en los principales países avanzados. El hecho de que hoy se vea el resurgimiento de este tipo de líderes a nivel global no es más que una muestra, la enésima, de la capacidad que tiene el arte de prever los hechos del mundo.

Fotograma de «Die Welle»
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¿El tiempo del marxismo?

Roma era la ciudad más grande y más hermosa de la antigüedad. La magnífica fachada del Imperio, sin embargo, no podía ocultar las semillas de la decadencia, la malsana dependencia de la economía en los esclavos, la disparidad entre los ricos y los pobres. Detrás del esplendor de los faros, se hallaban vastas áreas de barrios pobres superpoblados. Escapar de los barrios bajos era difícil, pues había pocos trabajos disponibles, y prácticamente ninguno para quienes carecían de habilidades. Para mantener a los ciudadanos entretenidos y fuera de problemas, se organizaban juegos y espectáculos frecuentes a expensas del público. Al principio solo las carreras de carrozas tenían patrocinadores, pero pronto el combate a muerte se había popularizado. A principios de la historia romana, los funcionarios electos ejercían el poder, pero al final cada función del gobierno había sido absorbida por el emperador, que estaba por encima de la ley.

Sucedió en Ohio, Estados Unidos. Una pizzería, Heavenly, se decidió a organizar un tierno evento: el Employee Appreciation Day (día de apreciación del trabajador). En esa jornada se habría de honrar la buena actitud y entrega de sus empleados durante los duros y aciagos días del Covid-19. Su propietario y administrador transmitió un video en las redes sociales donde anunció a su clientela que, en una fecha determinada, todos los beneficios por la empresa producidos durante ese día señalado serían repartidos entre sus contratados de forma equitativa. La invitación fue respondida por la comunidad fervientemente, duplicando sus pedidos regulares e incrementando la cantidad de propinas recibidas. El resultado del ejercicio fue inspirador: una vez descontados los costos de los ingresos, cada laburador obtuvo una paga igual a 78 USD la hora.

Un análisis matemático, demasiado superficial pero aun así suficiente, es necesario realizar. La empresa de comida rápida está acostumbrada a despachar, en un día normal, en promedio, 90 pedidos, acorde a su misma información. En esa especial fecha, impulsados por la bondad y generosidad del capitalista, la cantidad a entregar ascendió a 220. Si la pizzería fuera una cooperativa de trabajadores, que es en esencia el ideal marxista de cómo organizar la producción en la empresa, cada trabajador/propietario recibiría 31 USD la hora de manera regular, acorde a una regla de tres básica y simplista. Richard Wolff, el marxista por excelencia en los Estados Unidos, citaba un estudio durante una emisión de su programa Economic Update, cuyos resultados son igual de dicientes: si el salario mínimo en los Estados Unidos hubiera ascendido a la misma tasa de crecimiento de la experimentada por el de los Secretarios Delegados, el menor pago legal recibido por un trabajador sería de 21 USD la hora. Hoy es 7,25 USD por cada 60 minutos.

Richard Wolff
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Wall Street, ¿el cáncer de la economía?

Durante el metraje de “Hairspray”, la insuperable adaptación para cine hecha por Adam Shankman de la obra de Broadway que arrasó en los premios Tony de 2003, la que a su vez está basada en la intranquilizadora película de los años ochenta dirigida por John Waters, un momento mínimo dentro del filme, pero capital para la historia del cine, se presenta sutilmente. Mientras Penny Pingleton (Amanda Byrnes) fuerza a mirar la pantalla de televisión a Edna Turnblad (John Travolta) para que vea a su hija brillar, la confundida madre le dice a la amiga de su retoño que ya ella “sabe la verdad, que todo fue filmado en un gran set de Hollywood”.

El hecho de que los sucesos del filme se ubiquen en los años sesenta es el contexto necesario para entender la frase del personaje. Y es que hasta hace muy poco la ignorancia del espectador frente al proceso de filmación era absoluta, haciendo del visionado de cualquier película una experiencia mágica y abrumadora, con un gran impacto sobre cualquiera que tuviera oportunidad de disfrutar con las imágenes en movimiento proyectadas en la gran pantalla. En esa época, era una chiva noticiosa de la mayor importancia descubrir que, cuando en una película se veía un hombre colgado de un reloj en un rascacielos, no se filmaba a la persona desde lo alto de un edificio sino en la seguridad de un set y falseando todo el mundo alrededor suyo.

Harold Lloyd en «Safety Last».
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Gustavo Petro: ¿terror, esperanza o revolución?

Los cambios, cuando importantes, consagran transformaciones. Y aquellas que son relevantes, contraen incomodidades. La visión en un horizonte prometedor hace soportar los sufrimientos cotidianos. Así, se aboca Colombia indetenible, aunque muy tardía, a su primer gobierno nacional ajeno al establecimiento político, impulsada por la ilusión de imponer la transición de la que engendrará un mañana opuesto a la cruda realidad que ha sido la cotidianidad del país durante toda su historia moderna. Un primer foráneo a la casta criminal y oligárquica (en el sentido aristotélico del concepto) cuyo legado es nada distinto a una era de explotación bajo el yugo de la violencia y el derramamiento de rios de sangre para usurpar las riquezas nacionales, se dispone a tomar posesión en el cargo más apetecido por todo político colombiano.

Gustavo Petro Urrego, tan indescriptible como fascinante, tan impredecible como contundente, un hijo de las revoluciones políticas más valientes del Siglo XX, ha desarrollado un programa de gobierno irresistible para la gran mayoría de sus compatriotas, estructurando en cada línea de él el cómo construir una política pública que le otorgue al país las herramientas requeridas para afrontar con éxito los retos más acuciantes de un futuro a hoy vislumbrado como alarmante. Y no obstante tan prometedor escenario, la profunda ilusión desatada en cada uno de los electores del candidato no proviene tanto por las ideas plasmadas en su programa de gobierno, sino en la absoluta confianza habida en cada uno de ellos de que, una vez haya tomado él posesión como presidente de la República de Colombia, sus promesas cobrarán vida en la realidad y los resultados de ellas a muchos darán una primera oportunidad.

Gustavo Petro Urrego
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¿Hasta cuándo el capitalismo?

                 –Si te gusta tanto el socialismo; ¿por qué no te vas a vivir a Cuba o a Venezuela?

Lo haré después de que tú, que amas el capitalismo, te vayas a trabajar en una maquila en Bangladesh

El gran secreto detrás del éxito del capitalismo es el haber sabido esconder sus verdaderos costes. Sus apologetas los disfrazan en un concepto elegante, sútil, incluso tierno y delicado, además de aparentemente inofensivo: externalidades. Los han bautizado, así, insinuando su ajenamiento de él, el ser meras casualidades, una serie de desafortunados eventos acaeciendo a su alrededor. Dos siglos de historia deberían haber enseñado ya a esta generación que estos costos del sistema, unos a ser asumidos por la sociedad en su conjunto, son inherentes a él, esenciales para su existencia, funcionales a su crecimiento. Se entiende que, una operación de propaganda infinita funcionando como una intervención quirúrgica capaz de extirpar todo mal de él, ha logrado eximirlo, a los ojos de muchos, de toda culpa por los daños causados. Al parecer, y como diría el poeta, «nunca más».   

El neoliberalismo, fase superior de expansión del capital, es una versión extrema del sistema, pero un estado establecido en el mundo por la existencia de circunstancias obligantes, una medida desesperada en respuesta a una situación urgente. Fue una decisión tomada, producto de haber alcanzado un escenario sin salida. Samir Amin entendió muy bien el modo de producción dominante como uno con cuatro siglos de crecimiento y uno último de marcado deterioro. Una larga tendencia a la hecatombe amplificada en siete grandes eventos: la Larga Depresión de 1873 – 1896, la Gran Depresión de 1929 – 1945, la crisis de la estanflación de 1973 – 1983, la Crisis del Sudeste Asiático de 1997, la crisis de las empresas punto.com de 2001, la Gran Recesión de 2007 y la actual desarrollada en el periodo 2020-2023.

Samir Amin
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