Jair Bolsonaro, ¿un producto a la Hollywood?

Para aquel ajeno a la realidad del Brasil, es por poco imposible comprender por qué Jair Bolsonaro, un extremista de derecha favorable a la instalación de una dictadura, conquistó la presidencia de ese país. Pero hubiera sido relativamente fácil, para cualquiera que haya visitado o habitado las tierras del pentacampeón del fútbol mundial días antes de las elecciones, prever el triunfo del fascista hoy a cargo de la sexta economía del planeta. La ubicación geográfica correcta también permitiría entender el triunfo de Hitler en Alemania, de Trump en Estados Unidos, de Uribe en Colombia, de Salvini en Italia…

En «Die Welle», la obra de cine alemán de Dennis Gansel y que impactó al mundo en 2008, se recrea el ejercicio por el profesor Ron Jones efectuado, en 1967, en la escuela Cubberley High School in Palo Alto, California, con el que demostró que una dictadura al estilo Nazi podría reimplantarse sin encontrarse con muchos obstáculos, en los principales países avanzados. El hecho de que hoy se vea el resurgimiento de este tipo de líderes a nivel global no es más que una muestra, la enésima, de la capacidad que tiene el arte de prever los hechos del mundo.

Fotograma de «Die Welle»
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¿Para qué la propaganda?

El relato de la vida de los grandes humanos se difumina siempre entre un mito o la realidad. Del pasado se ha compartido que Iósif Stalin, encabezando una reunión con los más altos mandos del politburó, manifestó una fuerte frustración a sus subalternos al replicar: “denme una industria el diez por ciento de poderosa de lo que es Hollywood y convierto al mundo entero al comunismo”. La existencia de tal sentencia es un enigma aún a descifrar, pero de haber ocurrido ésta debió haberse presentado en aquellos días en que, como titula el diario.es de España, se vivió un “fugaz romance entre Hollywood y la Unión Soviética”.

Las páginas escritas por Michael S. Shull, en su libro Hollywood War Films 1937-1945, reseñan aquella época con un minucioso repaso de las producciones hollywoodenses durante la confrontación bélica más dolorosa: la Segunda Guerra Mundial. En sus párrafos disecciona obras como «Song of Russia», filme retratando una valerosa colaboración entre los norteamericanos y los rusos para combatir el nazismo, dando espacio para presenciar el nacimiento del amor entre dos ciudadanos de cada país; otra cinta digna de su estudio es «The North Star», producción que exhibe a las granjas colectivas rusas como un paradisiaco lugar; y, una última por citar, «The Boys From Stalingrad», filme donde un grupo de niños rusos heroicamente enfrentan al poderoso y horroroso régimen alemán.

Joseph Stalin
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Blade Runner 2049: ¿Ahora somos los dioses?

Las secuelas hollywoodenses son, en la inmensa mayoría de los casos, una oportunidad desperdiciada para contar una gran historia. Al volcar su objetivo en convertirlas en poderosas máquinas de hacer dinero, sus realizadores abandonan desde el más temprano proceso creativo toda posibilidad de explotar argumentativa y artísticamente un mundo ya experimentado con satisfacción por un público masivo. «Blade Runner 2049«, traida a la vida como secuela 35 años después del nacimiento de su antecesora, no merece agruparse en tan pauperrimo grupo. Su objetivo es la expansión y actualización del universo estructurado por su primer padre creador y evolucionar en las temáticas que generaron efervecientes debates entre los cinéfilos de dos generaciones anteriores.

No es baladí compartir el sustantivo usado por el director a la hora de explicar por qué decidió tomar las riendas del proyecto, puesto que parece hallarse en esa palabra la característica que mejor define la última película dirigida por el canadiense Denis Villeneuve: después de revisar el guion escrito por Hampton Fancher, Michael Green y Ridley Scott, el cineasta encontró un material escrito con una calidad poética, que lo impulsó con fervor a convertirlo en imágenes y sonidos. Triste realidad de estos tiempos la suerte legada a estos artistas, así sean visuales, al forzarlos a quedar condenados al fracaso comercial. Este lienzo audiovisual no sería la excepción: el último trabajo de Villeneuve fue un gran fracaso en taquilla en todo el globo.

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