¿Las profecías de Pearl Jam?

La década de los noventa se liga por completo a una marca: MTV. El canal de música transformó su industria y elevó su nombre hasta convertirlo en una religión. Una veintena de artistas musicales con sus obras audiovisuales de promoción acompañando sus canciones fueron la razón de tan inmenso éxito. En un mundo donde la suerte de un disco estaba ligada a la calidad de los videos musicales, Guns N’ Roses, Nirvana, Michael Jackson, Madonna, consiguieron conquistar verdaderas cimas artísticas con sus promocionales.

El nuevo mecanismo de la industria fue tan exitoso que algunas fueron verdaderas piezas cinematográficas realizadas por directores celebrados en el séptimo arte (Martin Scorsese dirigió «Bad» de Michael Jackson, Gus Van Sant lo hizo con «Under the Bridge» de los Red Hot Chili Peppers, y Brian de Palma tomó las riendas en «Dancing in the Dark» de Bruce Springsteen) o por algunos directores encaminados a convertirse en cineastas de renombre ante la cinefilia mundial (David Fincher hizo “Janie’s Got a Gun” de Aerosmith, Michael Bay realizó para Meat Loaf “I’d Do Anything For Love (But I Won’t Do That)” y Spike Jonze dirigió “100%” de Sonic Youth).

«Jeremy» de Pearl Jam. (Click en la imagen para ver el video)
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¿Para qué la propaganda?

El relato de la vida de los grandes humanos se difumina siempre entre un mito o la realidad. Del pasado se ha compartido que Iósif Stalin, encabezando una reunión con los más altos mandos del politburó, manifestó una fuerte frustración a sus subalternos al replicar: “denme una industria el diez por ciento de poderosa de lo que es Hollywood y convierto al mundo entero al comunismo”. La existencia de tal sentencia es un enigma aún a descifrar, pero de haber ocurrido ésta debió haberse presentado en aquellos días en que, como titula el diario.es de España, se vivió un “fugaz romance entre Hollywood y la Unión Soviética”.

Las páginas escritas por Michael S. Shull, en su libro Hollywood War Films 1937-1945, reseñan aquella época con un minucioso repaso de las producciones hollywoodenses durante la confrontación bélica más dolorosa: la Segunda Guerra Mundial. En sus párrafos disecciona obras como «Song of Russia», filme retratando una valerosa colaboración entre los norteamericanos y los rusos para combatir el nazismo, dando espacio para presenciar el nacimiento del amor entre dos ciudadanos de cada país; otra cinta digna de su estudio es «The North Star», producción que exhibe a las granjas colectivas rusas como un paradisiaco lugar; y, una última por citar, «The Boys From Stalingrad», filme donde un grupo de niños rusos heroicamente enfrentan al poderoso y horroroso régimen alemán.

Joseph Stalin
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¿Tocando a las puertas de la extinción humana?

M. Night Shyamalan es un fascinante realizador. Posee además una carrera desenvuelta através de un misterio más denso que las enrevesadas tramas de sus filmes. Varias de sus obras, por ejemplificar lo escrito, han sido condenadas al fracaso por sus distribuidoras transmutarlas a la brava en la secuela de «The Sixth Sense», su gran éxito en taquilla. «The Happening» no es una de ellas. Es, realmente, una película mediocre dentro de la filmografía de un hombre al que sin lugar a equívocos se debe definir como un cineasta.

Casi todas las obras del autor oriundo de la India contienen una complejidad de sus tramas en la que sobresale su construcción minuciosa de secuencias perfectamente conectadas, un entramado desarrollado para soterrar una verdad poderosa pero que, a pesar de haberse puesto frente al espectador, es invisible para él. En su primera producción en los Estados Unidos el ocultar la verdadera condición del personaje de Bruce Willis durante toda la trama fue su gran baza; y, en «Signs», lo impactante fue descubrir que las señales no eran una referencia a las estructuras creadas en los campos indicando cómo efectuar el aterrizaje de naves extraterrestres, sino a las señales recibidas por la familia durante toda su vida para sobrevivir a ese evento. En «The Visit» falló rotundamente, pues era imposible, no evidente, descifrar la verdadera situación de los pequeños en su visita a sus abuelos.

The Happening. Disney.
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«Joker», de Todd Phillips, elogio a la locura.

¿Qué hace a una película conectar con el sentimiento de toda una generación? Era esa la duda perturbando a Robert De Niro al ser entrevistado para un documental, y en su afán por descifrar la razón explicando el éxito e inmortalidad de la obra cuyo legado más esplendoroso fue la consolidación de uno de los dúos más amados por los cinéfilos: el “Taxi Driver” de Martin Scorsese. Su rostro pensativo, atrapado en un fotograma en blanco y negro (técnicamente, en gris), engalanando su silencio absoluto, revelaba la ausencia de conjetura alguna como posible respuesta. En entrevista para un medio estadounidense, el cineasta a cargo de ese clásico confesaba el dolor físico sentido al filmar otra pieza centrada en un personaje renegado, perdido, aislado de la sociedad como lo es el protagonista de “The King of Comedy”, sentimiento desatad al sentirse identificado con él a profundidad, al recordarle su vida antes de haber alcanzado el estrellato como realizador audiovisual.

Se ha hecho muy fácil para algunos demeritar la obra de Todd Phillips sobre el villano más perfecto de la cultura popular, el “Joker”, calificando lo visto como una mera fusión entre las dos cintas de Martin Scorsese, con Robert De Niro como centro gravitacional absoluto. Y es innegable que así es. “Joker” pudo haber sido presentado a la Warner en un formato del tipo: “Travis Bickle meets Rupert Pupkin”. El problema, el argumento imposible de encontrar por algún lado en esos comentaristas sobrados, es el reconocer que esa mezcla es una tan peligrosa y complicada de concretar con éxito como lo es la fusión nuclear. Se requiere de mucho para desarrollar en un mismo personaje dos personalidades tan complejas, embarazosas, peliagudas y peligrosas; y más aún, de insertar esa ficción en el zeitgest, el espíritu, el pensar y sentir de toda una generación.

Joker. Foto de Warner Bros.
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¿Qué esconde la Guerra Contra las Drogas?

Hay cifras que, en su crudeza, alcanzan a explicar una época entera. En 1998 la ONU declaró su intención de alcanzar «un mundo libre de drogas»; y, una década después, el consumo de cocaína, heroína y mariguana se superaba a sí mismo en un 50% a nivel global. El tamaño del fracaso se hace uno de tipo incomprensible cuando se adiciona que durante ese mismo periodo se ha efectuado una inversión de cerca de un billón de dólares anuales a nivel global enfocados en tener el mundo ideado por la organización que aglomera a los Estados del planeta.

Las cifras expuestas son tomadas del excelente trabajo de investigación de Tom Wainwright, plasmado con claridad en un libro con título en español «Narconomics. Cómo administrar un cártel de drogas». El subtítulo es uno absolutamente amarillista, al no ser la intención de las páginas escritas convertirse en un manual a seguir por alguien interesado en fundar el próximo gran grupo traficante de drogas ilegales. Es, por el contrario, la verdadera meta deseada explicar cómo es que los principales carteles de droga del mundo han logrado convertirse en perfectas empresas multinacionales aplicando medidas paralelas a las usadas por los grandes emporios económicos de nuestro tiempo, sean Walmart, Disney, Coca Cola…

Penguin Books Australia Tom Wainwright - Penguin Books Australia
Penguin Books Australia Tom Wainwright – Penguin Books Austral

El contexto recuerda a la valiente periodista mexicana Anabel Hernández, quien sacudió el público de su país con el lanzamiento de su escrito «El Traidor», en el que reveló el diario personal de Vicentillo, uno de los grandes capos de la droga en todo el planeta. En una de las entrevistas de promoción de su obra, Hernández recordó cómo, ella, desde siempre, se rehusó a creer que Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el «Chapo», fuera el jefe más importante de uno de los cárteles más poderosos de uno de los negocios más grandes de todo el mundo. En pocas palabras, veía en él a alguien sin las suficientes capacidades para administrar todos los retos contraídos por un emporio, como lo es cualquier organización traficante de cocaína y mariguana de México.

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