¿Qué se esconde tras la Guerra en Ucrania?

El ataque ruso a Ucrania tiene, como objetivo oculto, podría apostarse, el desterrar toda presencia del Complejo Militar Industrial de Estados Unidos en la zona con mayor proyección económica en la actualidad: la región de Eurasia, una a ser dominada por sus países, con Rusia y China como principales líderes.

Las pesadillas reaparecieron. Un convoy militar surcaba la frontera de un vecino indefenso en Europa, forzando a sus nacionales a contener el aliento al germinar con el acto la posibilidad de revivir su más grande temor: una tercera guerra continental al interior de sus confines. Mientras los hombres bajo el mando de Vladimir Putin marchaban con pasos de indetenible gigante, conquistando el control de una Ucrania incapaz de frenar la andanada del más grande de los pueblos eslavos, los recuerdos del mundo desencadenado por Hitler se proyectaban como un previsible horizonte de la humanidad.

“En la guerra de Ucrania no hay justificaciones, pero sí hay causas”, frase impactante plasmada en un titular de La Vanguardia con la que se invita a leer una profunda entrevista con Lanxin Xiang, experto en relaciones internacionales y en China. A esas causas hizo sutil referencia Maria Zakharova, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, al prometer que “este no es el comienzo de una guerra, estamos tratando de prevenir acontecimientos que podrían convertirse en una guerra global. Este es el final de la guerra”. George Kennan, ideólogo de cabecera de la Guerra Fría, advertía de todo esto en la década de los noventa: “La expansión de la OTAN es el comienzo de una nueva guerra fría. Es un trágico error. No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie amenazaba a nadie.»

Vladimir Putin
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¿Ya no es Juan Guaidó el presidente de Venezuela?

El gobierno colombiano siempre ha fantaseado al exagerar la importancia de su real relación con los Estados Unidos, mientras mantiene una importante relación real con el fantasioso presidente de Venezuela. Cuando el verdadero mandatario venezolano pida la cabeza del uribismo a cambio de su petróleo, sabrán que vivir en un mundo de sueños contrae dolorosos despertares.

«Como es de todos conocido, Colombia, junto con varios países de América Latina y el resto del mundo, no reconoce y, por ende, no tiene relaciones diplomáticas con el régimen dictatorial de Nicolás Maduro«. Con tal frase el gobierno de ese país trataba de justificar una controversial solicitud a ser presentada. “Un juez competente solicitará la extradición de la ex congresista Aida Merlano -se continuaba explicando desde las instancias oficiales- ante el legítimo Gobierno de Venezuela, en cabeza de Juan Guaidó». El indicio de ser una movida maquiavélica destinada al fracaso no pasó desapercibida, habido el nulo deseo del gobierno de Colombia por ver aterrizar sobre su territorio a Merlano, puesto que con el retorno a su país como prófuga de la justicia arrimaba también su confesión sobre su participación en el tejemaneje de corrupción enredando a un gran aliado del partido gobernante. Aun así, la ridiculez de la puesta en escena fue inolvidable.

En fecha tan cercana como el 5 de enero del año en curso titulaba Infobae: “Estados Unidos respaldó la ratificación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela”. La lógica indicaría que, en idéntica actitud a la del gobierno colombiano, al momento de necesitar un incremento en la producción petrolera del país caribeño la delegación de alto nivel del presidente Joseph Biden le extendería tal solicitud al gobernante por ellos reconocido. Pero la geopolítica y, mucho más, la geoeconomía, es un abundante manantial de hipocresía, traiciones y apostasías. Ya es conocido el encuentro de alto nivel entre los delegados del gobierno Demócrata de los Estados Unidos y los representantes del presidente venezolano Nicolás Maduro, siendo que, para no pocos, no haya pasado desapercibido tremenda transformación política, toda una revolución, ocurrida en el país sudamericano en el transcurso de las pocas horas habidas entre el anochecer y el amanecer. Producto de tal encuentro, el mundo entero se fue a dormir convencido de la existencia de una dictadura dominando un régimen despótico en Venezuela al mando de Nicolás Maduro, para al despertar encontrarse con titulares resaltando una democracia al mando del presidente de Venezuela, con cabeza en… el mismo Nicolás Maduro.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, participa en una reunión con miembros del Foro de Sao Paulo en Caracas. REUTERS/Manaure Quintero/
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¿Por qué CNN emboscó a Álvaro Uribe Vélez?

«Mal le paga el diablo a quien bien le sirve».

El uso de la palabra pronunciada por el ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, durante su entrevista con Fernando del Rincón para CNN en Español, denunciando no haber sido invitado a dialogar y sí emboscado para interrogar, parece fue uno muy preciso. El tono de indagatoria y la actitud de investigador inquisitivo utilizados por el periodista (más presentador) de la famosa cadena estadounidense, tomó desprevenido al antiguo primer mandatario quien, sustentado en hechos pasados, esperaba una amena charla con un aliado de las causas de políticos situados a la derecha del espectro ideológico en América Latina. En breve, un profesional con cuestionarios poco fiscalizadores con los otros empleados de sus jefes.

Fue hace poco que el mismo del Rincón tuvo en su set al heredero más fiel del líder del Centro Democrático. En su entrevista de 2020, y en una anterior en 2018, la camarería y buen ambiente fue la constante durante el intercambio de palabras con Iván Duque. Tal mesura en su interpelación no fue producto de falta de temas candentes, complicados o controversiales: las elecciones ganadas con fotocopias o los asesinatos a líderes sociales, por ejemplo, habrían sido un par de tópicos cuya aparición arruinaría dos conversaciones desenvueltas con toda cordialidad y calma. Pero es que tal calidez y armonía era producto de que en aquellos momentos los vientos no volaban en direcciones encontradas. En otras palabras, en aquellos tiempos el uribismo no había traicionado a los dueños de la CNN.

Fernando del Rincón. Foto de Enrique Menacho.
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¿Es inevitable una Tercera Guerra Mundial?

La caída de los Estados Unidos como el imperio más grande de la humanidad, cediendo su puesto a un país oriental y autodenominado socialista, es el escenario perfecto para que se desate la última de las guerras de la humanidad.

No es en silencio como un imperio muere. Como un vetusto gigante rehusándose a abandonar el trono, las grandes construcciones políticas de la humanidad, en el ocaso de su hegemonía, gastan su último aliento tratando de impedir lo inevitable: su derrocamiento. Tucídides lo estipuló como si de una trampa se tratara: ningún Estado cede el puesto de privilegio en el teatro mundial sin luchar una guerra. Un grito final en una batalla perdida, las patadas del ahogado antes del aliento final, el acto de desespero que agota todas las fuerzas previo a ver convertido en realidad lo indeseable.

Estados Unidos forjó el más grande imperio de la humanidad en 1945. Sus posibles competidores eran unas sociedades en ruinas (Europa después de la Segunda Guerra Mundial) o atrasadas economías sin un futuro prometedor (Asia era una gran civilización rural y empobrecida). Pero como Ícaro, voló demasiado cerca al sol y su inmensa sombra nubló a la civilización entera. Nail Fergusson ofreció una nueva lectura a la historia del siglo XX en su glorioso libro: «La Guerra Del Mundo», sustentando con su análisis que la segunda mitad de la centuria fue aquella que vería el derrumbe no solo del gran imperio occidental, sino de toda su civilización.

Niall Ferguson. Foto The Berggruen Institute
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¿Quién le teme a las «noticias falsas»?

Los medios masivos de comunicación han sido los grandes difusores de «fake news». Hoy han perdido su monopolio de información y con todo atacan a su adversario: la red.

«El hombre que no lee es una persona más educada que la persona que no lee nada más que los periódicos». Fueron las manos de Thomas Jefferson, flamante padre fundador de la democracia en los Estados Unidos, las encargadas de unir tal conjunto de palabras a ser inmortalizadas en tan fascinante frase. Y radica ahí una sabiduría subrepticia, capaz de destruir en un santiamén el mito de sufrir en exclusiva en esta era de fenómenos atemorizantes como la posverdad y las fake news. La idea de habitar en un nuevo y oscuro periodo de la evolución humana en el que se esparcen noticias alejadas de la realidad, al que se ve abocada la especie producto del esparcimiento a todos los rincones del globo de Internet, es, tragicómicamente, tal vez, el mito y la mentira más grandes de estos días.

Las noticias falsas son tan antiguas como las noticias mismas. «La libertad de la imprenta es la libertad del dueño de la imprenta», aleccionaba con exactitud el ex presidente Rafael Correa. «La opinión pública es la opinión de los dueños de los medios de comunicación», ilustraba Ignacio Ramonet, experto en la materia, durante una de sus poderosas conferencias sobre el tópico. Jonathan Albright, Director de Investigación del Tow Center for Digital Journalism de la Universidad de Columbia, define este tipo de información como «Un contenido que puede ser viral y que muchas veces está sacado de contexto. Está relacionado con la desinformación y la propaganda, y se asemeja a un engaño intencional». Obedeciendo a ese concepto, se acierta el calificar los mitos de la colonización de América por parte de los europeos como una poderosa operación de noticias falsas para justificar el saqueo y legitimar la barbarie, la explotación del nuevo mundo por parte de la llamada civilización.

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